sé que he llorado lo suficiente cuando necesito abrir la boca para respirar, porque con la nariz es casi imposible hacerlo, es como si mi propio cuerpo me avisara de que tengo que parar, que he llegado a mi límite de lágrimas diarias.

es el momento en el que apenas recuerdo por qué comencé a llorar, y me noto la cara tan tirante que me cuesta apenas moverla. entonces me siento tonta por olvidar los motivos y continúo llorando, porque con los pocos minutos que he respirado por la boca me han servido para descongestionar la nariz. pero de nuevo ese malestar que no me deja coger aire, que me frena. y al final llego a la conclusión de que me rindo, de que no quiero seguir luchando contra mi propio cuerpo. de que seguiré respirando.

me duele el cuello porque el sofá es demasiado pequeño como para estar tumbada, y sobre todo para estar lamentando las penas. pero parece ser que para estar tristes tenemos que colocarnos de la posición más incómoda que podamos soportar. o mejor dicho, hasta que no podamos soportarlo más, no tengo fuerzas para moverme pero sería capaz de acercarme al espejo más próximo, mirarme, y reírme de lo patética que puedo parecer a veces. tengo fuerzas para hundirme. 

                                                                       así cómo voy a confiar en mí misma.